Ecuador ha vivido una jornada única en lo que respecta a la democracia electoral, por así decirlo, porqué ahora resulta que si existe independencia de poderes y que el Ejecutivo no se entromete en las funciones de otros organismos públicos, todo esto derivado del mensaje en X del buen amigo Lucho Almagro (para los panas).
No hace mucho se publicaron innumerables chats del viejo Villa (finado) y que baZurita quiso esconder; en donde se evidencia todo eso que parecía ser prohibido o exclusivo solo de los pasillos del capitolio, en donde los lobistas van torciendo voluntades (Léase comprando conciencias y votos) para aprobar normas a favor de las multinacionales. Porque, seamos sinceros, en el romanticismo político, se dice que el pueblo tiene el poder y es el mandante. No obstante los grupillos económicos son los que tienen el brazo invisible para decidir el rumbo de las naciones, que es el viaje sin escalas para engrosar sus billeteras.
Retomando la idea de los chats, aquí al mero estilo chagra, tenemos a los articuladores políticos, que quizás en raza y porte no se parezcan a sus contrapartes norteamericanas, pero en eso que denominan algoritmo o alma están igual de podridos, no les importa el progreso, la ética o la moral, tan solo les interesa engordar sus finanzas sin miedo a la crítica social, muchos menos qué pasará con la mayoría.
El Ecuador atraviesa una crisis no solo económica o institucional, sino también lo hace por una tormenta de conciencia y de valores. Parecería que, aunque los españoles se fueron hace mucho tiempo y su majestad quedo resentida, quedaron sus capataces igual o peores a los que estuvieron aquí.
Los medios masivos de comunicación con sus narrativas coloquiales y chismes de pasillo, han calado tan hondo en las clases sociales, que seguimos pensando que si son ricos los que ordenan o ganan las elecciones hay que obedecer y aguantar todo hasta lo que les salga del cuatro letras.
El problema de los ecuatorianos es que nuestro comportamiento se asimila a la leyenda del Gallo de la Catedral de Quito. Un buen tiempo fuimos o nos creíamos gallos, y ahora ni siquiera polluelos. Tiempo atrás, medio que los políticos se portaban mal, salíamos a las calles, protestábamos y hasta los sacábamos a bordo de todo tipo de vehículo incluidos helicópteros o dicen que hasta ambulancias.
Ahora vemos a unos cuantos farreándose al país y desafiando ya no solo la paciencia de todos sino también la inteligencia y preferimos hacernos los dormidos, comernos el cuento de que el loco del ático nos dejó jodiendo y con su influjo síquico no se cansa de jodernos.
Lo que, en parte, es verdad porque Rafael Correa, por acción u omisión, fracturó el tejido social y nos desmovilizó socialmente, nos quitó ese ímpetu que tuvimos para reclamar y defender nuestros derechos y conquistas. Inclusive para expulsar de la Presidencia de la República a unos cuantos.
En ese loco afán de culparle a Correa de todos nuestros males, también olvidamos cosas evidentes, como por ejemplo, que no es ni será un socialista como lo pintan sus interesados detractores, puesto que hemos olvidado que la tía Isabelita de Danielito, gracias a una presunta o real bronca con Alvarito, fue una de las beneficiadas en el Gobierno de Rafael Correa.
Algo que vale la pena destacar es que, por lo regular y con las excepciones del caso, los políticos jamás serán enemigos entre sí, a menos que haya un mal reparto entre ellos, porque, salvo contadas excepciones, quieren y se toman el Poder para arreglar su vida sin importar si joden o no al resto.
Quizá sea el signo de los tiempos que vivimos, donde el ser humano quiere amasar poder para ir tras la inmunidad, anonimato e impunidad ante cualquier delito que cometan. La clase política ecuatoriana actual, al menos por lo que he visto por mí edad, es tan solo una herramienta de los atrasa pueblos, son herramientas del chisme y de la ignorancia, también son todo lo contrario a la gente de a pie que vota por ellos.
Algo que debemos entender los que votamos por esa clase política es que se olvida de sus electores apenas se cierran las urnas, y no por tener una empresa o un emprendimiento ya somos parte de la elite económica de este país. La lucha social es o debe ser permanente. Los de arriba, los verdaderos ricos que quieren todo para ellos, nos quieren mantener abajo, casi como esclavos, para ganar más a costa de la explotación y precarización.
La lucha es contra ellos, contra aquellos que pueden levantar el teléfono y torcer voluntades, para joder a la gente. Esos, aquellos que cuando dejan de pagar impuestos y se les acumulan, piden la condonación de sus deudas en pro de un presunto estímulo del mercado, pero las ganancias se las quedan sin pagar impuestos y ni siquiera generar más empleos o riqueza para el país. Después de todo, en un acto cínico, el trabajo es de ellos pero con plata del Estado, es decir, de tod@s.
Si tenemos que levantarnos temprano igual que un agricultor, antes de que salga el sol y volvemos a casa cuando la tarde dio paso a la noche, no somos parte de los ricos que gobiernan este país, tan solo estamos, posiblemente, una línea por encima de la gran mayoría, pero muy distantes de que los oligarcas anti-patrias de este país nos consideren como uno de ellos y, mucho menos, nos respeten.
Quizá la única forma de progresar como sociedad y como país, sea armarnos de valor y comenzar actuar como verdaderos gallos de pelea y no cómo el personaje de la leyenda que necesitaba tomar algunos tragos para retar a una veleta de hierro cuyo único propósito es indicar la dirección del viento.
El gallo de medianoche
13/11/2024