Qué una parte, que podemos ser muchos o pocos, de quienes hicimos periodismo en medios de comunicación masivos, en alguna época de nuestras vidas, no solo que teníamos sospechas o dudas -que eran verdaderas certezas- sobre el dudoso periodismo de investigación practicado por Fernando Villavicencio, era un secreto a voces. Jamás fue santo de mi devoción.
Todo un secreto guardado, casi con generosa complicidad y falsa solidaridad, por presentadores, reporteros y periodistas que fueron criticados, enjuiciados o “sabatinados” por Rafael Correa en sus comparecencias en medios de los días sábados.
Sabatinas en las que, debo reconocer, al momento de criticar los errores de buena o mala fe de comunicadores y medios de comunicación, el ex Presidente movía su lengua casi como licuadora sin control, al punto que se fue contra todo y contra tod@s, sin hacer necesarias pausas para marcar diferencias que generaron distancias, casi insalvables, con verdaderos trabajadores de la comunicación que tuvieron una respetable y valiente actuación durante el Gobierno de León Febres Cordero.[1]
Es oportuno decir que, uno de los defectos de RC, que critiqué públicamente, fue hablar más de la cuenta. Durante uno de los programas de “Dentro y Fuera” transmitidos por Radio Latina, en los que participe como conductor junto con Vicente Olmedo, dije, -palabras más, palabras menos- “Presidente Correa, con el aprecio que le tengo, le quiero regalar un pedazo de esparadrapo, para que se lo ponga donde mejor usted crea, pero le recuerdo que en boca cerrada no entra mosco.”
Alguien cercano al Gabinete me había comentado que RC hablaba mucho y escuchaba poco, de allí nació el comentario que, por cierto, jamás mereció amenaza alguna ni nada que se le parezca. Tampoco tuve agentes de seguridad vigilando mi casa, dándole seguimiento a mi esposa o enviando a uno de ellos a preguntar por mi hijo mayor, como sí ocurrió en forma permanente mientras fui reportero de Teleamazonas en el Gobierno de LFC[2].
Jamás creo haber odiado a LFC, puesto que, mucho tiempo atrás que él sea Presidente, entendí que odiar es casi como tomar veneno para que otro se muera, pero siempre que estuve frente a él, lo miré a los ojos y no me acobardé, pues entendía que él y yo –solo- estábamos en orillas ideológicas y sociales contrarias. Pero tampoco mi actitud de cero empatías con él, me hubiese llevado a olvidarme que el bien del país es el de la mayoría, no de los que gozan de privilegios e impunidad.
Lamento no decir lo mismo de muy contados compañeros de viejas coberturas periodísticas para quienes guardo consideración y por eso no los nombro, a quienes parecería que el odio a RC les ha envenenado el cerebro, casi como la bilirrubina en una persona que padece cáncer a las vías biliares.
Claro que, en el primer caso, el veneno les ha hecho perder la razón en favor del país, mientras que en el segundo las toxinas se acumulan en la sangre y pueden afectar el cerebro, causando confusión y somnolencia. Cuando estos efectos llegan al sistema nervioso central, es como si el paciente entrara en un estado de calma que atenúa la percepción del dolor, permitiéndole descansar hasta que llega el final.[3].
Ese odio les convirtió, primero, en panas solidarios de FV ante el juicio que le siguió RC, luego en ciegos defensores aunque, estoy seguro, por los menos que conocían los rumores sobre la compraventa de las presuntas investigaciones periodísticas y, finalmente, se volvieron parte de las viudas que cerraron los ojos para culpar a RC de su muerte. Esto, sin darse tiempo, para razonar que FV fue asesinado mientras tenía policías como sus custodios.
Tampoco quisieron abrir los ojos, ver, analizar y concluir que a FV le dejaron sin protección real, seguramente porqué ya no les era útil vivo, pero sí muerto, como en efecto ocurrió. Recordemos que primero se cayeron los votos de Luisa González; segundo-gracias al sentido pésame electoral- el número de legisladores de Construye creció como la espuma, cuyos integrantes actuaron como verdaderas aves de rapiña política y, por último, Daniel Noboa ganó la Presidencia de la República y ya vemos como está el Ecuador.
Ahora que se hicieron públicas las conversaciones de FV contenidas en su celular, que más que un equipo para comunicarse fue una verdadera letrina que, según la Real Academia Española, es un Retrete colectivo con varios compartimentos, separados o no, que vierten en un único tubo colector o en una zanja, empleado aún en campamentos, cuarteles antiguos, etcétera, y se han confirmado y/o ratificado las sospechas que había sobre este “investigador periodístico”, sus defensores de buena o mala fe se han quedado sin caso, sin defensa alguna. Esperemos que tengan honestidad intelectual para que se disculpen ante el país.
Por lo visto, el celular, perdón, la letrina de FV ha recogido, guardado y fermentado una parte de la verdad putrefacta de este país al que todos los días unos “iluminados” entre opinólogos, denunciólogos y cobardes o pagados comunicadores le ocultan la verdad a la mayoría, mientras santifican y sacramentan, por poco, a Lucifer[4].
El país pierde mientras sigamos tengamos presentadores, periodistas, reporteros, opinólogos, bufones y denunciólogos de los medios de comunicación masivos, tik tok o de cualquier otra red social, que dicen amar al país y estar luchando contra la corrupción, pero que en las sombras tienen comportamientos delincuenciales por odio o amor al dinero, tanto que son capaces de vender su conciencia a cambio de unos cuantos dólares, sin que les importe un centavo ver al Ecuador sumido en una crisis que la deja como un monte de basura donde las ratas pueden seguir reinando.
Los servidores públicos tienen como principal obligación respetar el marco legal y no usar su puesto como meros tramitadores de los oscuros intereses de las oligarquías. La norma no es, ni debe ser una servilleta que se usa según la necesidad. Los chats de Villavicencio son una muestra pequeña de la podredumbre que vive el país a todo nivel. En este punto, la diferencia de GDO´s y los políticos extorsionistas, está separada por una línea casi invisible.
Fernando Villavicencio, Lenín Moreno, Pablo Celi o Diana Salazar, cada uno en su tiempo y momento servidores públicos, fueron o son apenas peones de la derecha retrógrada que apenas piensa en los negocios particulares y no en el país. Mientras sean útiles les pagarán con pingües monedas sus servicios, pero cuando comiencen a ser incómodos y les apesten sus presencias, terminarán en la cárcel, en una tumba o simplemente en el basurero de la conciencia social que un día dijeron tener. O quizá como actores y actrices de la segunda parte de la película “Ratas, ratones y rateros”.
CAM
10/11/2024
[1] De lo cual doy fe puesto que fui reportero de radio y televisión en ese período.
[2] En otra ocasión me referiré a esa época (84-88) en que hacer periodismo era una actividad de alto riesgo, claro para quienes no nos cuadramos frente a la prepotencia del llamado, en palabras del Presidente Jaime Roldós Aguilera, “insolente recadero de la oligarquía”. E inclusive algunas anécdotas como cuando intentó no dejarme subir junto con mi equipo al AVRO 001 en un viaje entre Quito y Machala o cuando abandoné el Salón Amarillo para no tomar una copa de vino con el señor Presidente LFC, mientras el resto de reporteros sí lo hicieron.
[3] El efecto de la bilirrubina en el cerebro de una persona con cáncer a las vías biliares, me lo explicó el oncólogo que trató a mi querida y recordada Madre RMMS.