LA MERITOCRACIA: ¿UNA CAUSA DE LA POLARIZACIÓN SOCIAL?
- conrumbocierto
- 26 abr
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Recurrentemente escuchamos frases como: “Llegarás hasta donde tu esfuerzo te permita llegar”, “si te esfuerzas lograrás el éxito” o, aún más crudo, “el pobre es pobre porque quiere”, estas máximas, aparentemente justas e inspiradoras, no son más que el síntoma del dogma meritocrático, que, sigue cobrando fuerza en la actualidad y erosiona y polariza silenciosamente nuestras sociedades.
Desde niños se nos repite que el éxito (entendido siempre en términos económicos) depende enteramente de nuestro esfuerzo y capacidad, mientras que, al fracaso, se lo explica desde la falta de voluntad o talento. Sin embargo, alguna vez ¿nos hemos cuestionado si esta narrativa es falsa?, o más aún, ¿nos hemos detenido a pensar qué puede estar dividiendo profundamente nuestras sociedades?
En términos prácticos podemos afirmar que la meritocracia es un sistema en el que las posiciones de poder, riqueza o estatus se distribuyen según el mérito individual (esfuerzo, talento o logros), en lugar de factores como herencia, privilegios o conexiones. ¿Qué puede haber de malo en aquello?
En el libro “La tiranía del mérito”, Michael Sandel identifica dos principales problemas de la meritocracia: i) las oportunidades no son realmente iguales; y, ii) incluso en el caso de que tuviéramos una meritocracia perfecta: ésta corroe el bien común.
Respecto del primer problema, Sandel afirma que no estamos a la altura del ideal meritocrático. En nuestras sociedades, las oportunidades son desiguales, las tasas de movilidad social ascendente son limitadas, el círculo vicioso de la pobreza se reproduce por generaciones, los hijos de padres pobres tienden también a ser pobres al llegar a adultos.
Por ejemplo, en Ecuador: a) Solo el 14% de los ecuatorianos nacidos en hogares pobres, logran ascender a la clase media en su vida adulta, una tasa inferior al promedio latinoamericano (20%)[1]; b) Solo el 60% de los jóvenes cuyos padres no completaron la educación secundaria, repiten ese mismo nivel educativo, perpetuando así ciclos de pobreza intergeneracional[2]; o, c) Solo el 38% de jóvenes del quintil más pobre accede a la universidad, frente al 85% del quintil más rico[3].
Así, resulta evidente que no somos una meritocracia perfecta, sin embargo, Sandel sostiene que, incluso en el supuesto que hallaríamos el modo de crear una verdadera y equitativa igualdad de oportunidades, con una meritocracia ideal, tampoco tendríamos una sociedad justa, porque la meritocracia, por sí mismo, carcome el bien común.
El motivo de ese desgaste es que fomenta, en que, quienes tienen éxito lo atribuyan exclusivamente a su esfuerzo y talento, los ganadores “se embriagan de su propio éxito”, invisibilizan otros factores, como los privilegios estructurales, factores ajenos al control individual, como el lugar donde naces, la educación a la que accedes, las redes de contacto familiares, las personas e instituciones que hicieron posible sus logros, o incluso, la misma suerte.
Esta narrativa, sin darnos cuenta, justifica la desigualdad y alimenta el desprecio hacia quienes no logran superar barreras ajenas a su control, lo cual fractura el tejido social, lo divide en dos grupos – los exitosos y los fracasados o los ganadores y los perdedores- convierte a la pobreza, ya no en un mal a solucionar con políticas públicas, sino en un fracaso personal, y el privilegio y la riqueza en una virtud.
Sandel explica que Michael Young, quien acuñó el término “meritocracia” era muy consciente de esto, tanto así, que, para él, la meritocracia no era un ideal sino un peligro: su potencial para cultivar ciertas actitudes ante el éxito, tanto entre los ganadores como entre los perdedores, son posturas que nos alejan a los unos de los otros.
La filosofía de Sandel puede ayudarnos a entender la polarización de nuestras sociedades, y, al menos, a dejar de repetir frases cliché de “superación personal” que pretenden ser el remedio, pero terminan por ser peor que la enfermedad.
B.O.A.
25/04/25
[1] Banco Mundial. (2018). ¿Desigualdad de oportunidades? Movilidad económica intergeneracional en América Latina y el Caribe (pp. 42-45). Grupo Banco Mundial.
[2] CAF - Banco de Desarrollo de América Latina. (2020). Perspectivas sobre la movilidad social en América Latina: El caso de Ecuador (p. 27).
[3] Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). (2021). Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (ENEMDU) – Indicadores Educativos 2021 (Tabla 4.5, p. 32).
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